La história del vals peruano «Ódiame»


ODIAME una canción popularizada por Julio Jaramillo. Esta canción es parte del poema “El último ruego” del poeta peruano Federico Barreto.

Este poema lo retomó Rafael Otero, un famoso compositor peruano de mitad de siglo para, con algunas variaciones y música de su autoría, convertirlo en la canción ÓDIAME. La canción comenzó a hacerse popular en la voz de “el ruiseñor de América”, Julio Jaramillo hacia 1965, quien la volvió un éxito en todo el continente.

Fue gracias a esa popularidad que le dio Jaramillo que el tema se volvió un clásico que ha sido grabado por grandes personalidades desde entonces y hasta la fecha, como Los Panchos, Dyango, José Feliciano y Charlie Zaa.. El 13 de diciembre del 2011, el español Enrique Bunbury presentó su álbum Licenciado en Cantinas, un cancionero latinoamericano, en donde se incluye una nueva versión de esta melodía.

Pero, ¿quién era Federico Barreto?

Federico Barreto Bustíos nació en Tacna, Perú, un 8 de febrero de 1868. Hijo del coronel del ejército peruano Federico María Barreto y de doña Ventura Bustíos. En su ciudad natal llevó a cabo una intensa vida intelectual y periodística abogando por la libertad de las ciudades de Tacna y Arica invadidas y ocupadas por Chile durante casi cincuenta años, con la pretensión de apoderarse de sus yacimientos de salitre, y por cuya liberación el poeta fue su paladín, luchó con sacrificio y valentía, sufriendo, como consecuencia, destierro y poniendo siempre su vida en peligro.

Federico contaba tan solo diecisiete años cuando Chile le declaró la guerra al Perú. Sus padres le obligan a trasladarse a Lima para completar sus estudios pero, sensible al padecimiento en que estaba sumido su pueblo, retorna y hace de sus artículos y poesía su arma de lucha para la resistencia por cerca de cinco décadas.

Como periodista -por desgracia su obra casi se desconoce- fue miembro fundador del semanario El Progresista, 1886, y del Círculo Vigil, 1888. Con su hermano José María formó parte del grupo literario La Bohemia Tacnena, colaborando en su revista literaria Letras entre 1896 y1898 junto con Rubén Darío y otros grandes poetas y escritores.

También con su hermano fue codirector del diario La Voz del Sur y El Tacora, publicaciones que molestaron a los chilenos al defender con ahínco la soberanía nacional, siendo destruidas sus imprentas en 1911.

El 1912 publica su primer poemario, Algo mío, que alcanza un enorme éxito.

Uno de los textos más hermosos que escribió, rezumando fervor patriótico, fue cuando en la ciudad de Tacna, 1921, habiendo pedido permiso el pueblo para honrar la bandera peruana y portarla para su bendición, a su paso, las diez mil personas congregadas en el atrio de la iglesia y en las calles, cayeron de rodillas extendiendo los brazos hacia la enseña de su patria. Naturalmente, el poeta estaba presente en dicho acto reivindicativo. Suceso que se ha instituido en Tacna como el Día de la Procesión de la Bandera, un 28 de agosto de cada año.

Federico Barreto murió un 30 de octubre de 1929 en Marsella, Francia, donde se hallaba por motivos de salud. Él había recorrido Europa gestionando apoyo y adhesiones de gobiernos e instituciones para liberar a su tierra del dominio chileno, pese a que ya se encontraba muy enfermo. Días antes de su muerte escribió el poema Delirium tremens, mal que le aquejaba.

Se fue del mundo sin tener la alegría de poder celebrar con sus compatriotas su tierra reincorporada al seno de la Patria, el Perú, que fue su lucha, su desvelo, pero el destino no le deparó esa dicha, poeta de aura trágica, al igual que le privó de tantas otras complacencias.

Exhaló su último suspiro teniendo tan solo por testigo a su amada esposa sosteniendo su mano.

En Tacna, su querida ciudad, esa fecha es considerada día de luto. Sus restos fueron repatriados en 1968 desde Marsella y se hallan en el mausoleo del Cementerio General de Tacna donde puede visitarse la tumba del poeta enamorado, uno de sus más ínclitos hijos y el más sobresaliente de sus líricos.

Pidió que lo enterrasen con el rostro hacia el suelo para besar eternamente su tierra.

El último ruego

Ódiame por piedad, yo te lo pido…
¡Ódiame sin medida ni clemencia!
Más vale el odio que la indiferencia.
El rencor hiere menos que el olvido.

Yo quedaré, si me odias, convencido,
de que otra vez fue mía tu existencia.
Más vale el odio a la indiferencia.
¡Nadie aborrece sin haber querido!